Acompañando en la partida
Hola a todos...
Este día a petición de una amiga de Buenos Aires quiero escribir un par de líneas. La causa: trabajar cuando a un familiar o una persona querida, tenemos que decirle adiós, sea porque mueren, porque están prontos a partir o la relación a terminado o está en transformación profunda.
Cuando esto pasa, muchas veces pasamos sin querer con un estado de duelo, de dolor o malestar interno. Quizás no es para menos, es alguien que nos a acompañado, ya no estará en nuestras vidas o la relación ya no será la misma.
La pregunta es:
¿Qué podemos hacer en estos casos?
En la Cultura Occidental, la respuesta más habitual es la negación de la partida o sino, el estado de sufrimiento ante tal evento.
Desde allí podrás despedirte desde otro lugar
con esa persona y te sentirás que su presencia en tu vida te ha enseñado
aspectos importantes de ti mismo.
Este día a petición de una amiga de Buenos Aires quiero escribir un par de líneas. La causa: trabajar cuando a un familiar o una persona querida, tenemos que decirle adiós, sea porque mueren, porque están prontos a partir o la relación a terminado o está en transformación profunda.
Cuando esto pasa, muchas veces pasamos sin querer con un estado de duelo, de dolor o malestar interno. Quizás no es para menos, es alguien que nos a acompañado, ya no estará en nuestras vidas o la relación ya no será la misma.
La pregunta es:
¿Qué podemos hacer en estos casos?
En la Cultura Occidental, la respuesta más habitual es la negación de la partida o sino, el estado de sufrimiento ante tal evento.
Pero en realidad a pesar que no sea igual como el estado como cuando
nos enamoramos que se siente como una fuerza que brota desde nosotros como una
flor que se abre y nos produce una efervescencia en todo el cuerpo; también
podemos hacer un camino que no sea tan doloroso como el sufrimiento de la
partida o transformación.
A ver, para identificar el punto exacto
donde y como se producen los estados, recordemos que cuando nos enamoramos se
produce una fuerza bien intensa en la parte superior del pecho que luego
alimenta tanto la parte baja del cuerpo y de allí vienen las famosas mariposas
en el estómago así como una sensación de iluminación en la cabeza.
Esta fuerza nos hace fusionarnos con la
presencia de la otra persona tanto que si la dejamos, puede parecer que por
ratos nos perdemos en el otro.
En cambio, cuando llega el momento de
decir adiós, allí es necesario recuperar la sensación de uno mismo, de
identificarnos en nuestro propio cuerpo. Como si inhaláramos nuestra propia
presencia hacia la parte inferior del vientre. Es generar esa sensación de
regocijo en sí mismo, como si volviéramos a ser embriones y regresamos a un
estado de oscuridad, pero que no tiene que ser tormentosa.
Ese proceso de volver quizás sintamos que
parte de nosotros no puede entrar y se siente como atrapada con hilos de
relación con la otra persona. Especialmente si esperábamos alguna respuesta de
la otra persona o un gesto que nunca se dió o que nos apegamos a lo que si
recibimos de ella.
Uno va identificando esas sensaciones que
se van sintiendo, entre apegos rechazos, expectativas o cualquier cosa que
hacía tirar esa conexión con la otra persona y desde allí nos vamos
identificando cada vez más en nuestro propio cuerpo. Hasta sentir que esos
lazos o relaciones tirantes se van descomponiendo y solo queda nada más la
sensación de vínculo entre esa persona y tu.
Cada vez sentirás un punto sobre el
esternón como si fuera una semilla que va germinando y allí encontraras una paz
interna y estado de regocijo.
Muy bonito el comentario de Albert.
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